Nadie duda en el Barcelona: Busquets era el equilibrio del equipo, desde la etapa de Guardiola hasta la de Xavi. Sin embargo, no hubo ni una sola persona capaz de hacer tambalearse la decisión del pivote de marcharse al Inter de Miami junto a Messi. Y lo que, en principio, se había promocionado como un problema deportivo pero también como una solución económica, se convirtió solamente en un contratiempo para Xavi. El técnico no obtuvo la prometida contraprestación en las cuentas del club; el fair-play financiero cada temporada ahoga más: ante los 207 millones de los azulgrana, 727 de los blancos.
Sin Busquets, el Barça tuvo que improvisar —palabra de referencia en la actual junta directiva— el fichaje low cost de Oriol Romeu por 3,5 millones. “Fue una cuestión de fair-play”, explican desde el área deportiva. Según las mismas fuentes, en el análisis de la plantilla de la campaña pasada, ganadora de la Liga y la Supercopa, se observaban tres deficiencias: un extremo izquierdo, un lateral derecho y fundamentalmente un pivote para relevar a Busquets. “El fair play es como un pastel, si te comes parte de ese pastel en un interior (Gündogan) y un central (Iñigo Martínez), que no necesitabas, o mejor dicho que no eran prioridad, después te quedas con menos parte para utilizar en las posiciones que sí eran claves para reforzar la plantilla”, rematan. Es decir, Xavi se benefició de la llegada de dos jugadores top como Gündogan e Iñigo, pero se quedó sin su fichaje más deseado, Kimmich, a pesar de que no le hubiese disgustado Zubimendi.
De entrada, parecía que Oriol Romeu se acomodaba en el ecosistema del Barcelona. En los primeros 10 partidos de la temporada, el expivote del Girona participó en todos, en ocho como titular. Poco a poco, en cualquier caso, la presencia de Romeu se fue diluyendo del once inicial. “Es un problema de confianza”, aseguraban en el cuerpo técnico. “Tenía molestias en la rodilla, pero ahora está perfecto. Nunca se vio afectado anímicamente. Es un tío muy fuerte. Trabaja todos los aspectos, físicos y psíquicos”, contraponen desde el entorno del futbolista.
El Barça, entonces, se comenzó a sentir endeble, sin la fiabilidad defensiva que había enseñado la temporada pasada, cuando dejó 26 veces la portería a cero. En el cuerpo técnico y en la dirección deportiva tenían la misma tesis: falta el equilibrio que daba Busquets. Un falta de equilibrio que se había agudizado sin Gavi (lesionado) y sin el trabajo colectivo en todas las líneas. El Barça, por ejemplo, pasó de ser el equipo que más corría en la Liga a ocupar la sexta posición en la actual campaña. En el área deportiva, entonces, tuvieron una idea: le sugirieron al técnico utilizar a Christensen como pivote. “Menos fluidez en el juego, pero más posicional. Puede ganar segundas jugadas, meterse entre los centrales y liberar a Pedri, De Jong y Gündogan”, exponían en la dirección deportiva. Una premisa que ya había advertido Jordi Cruyff, secretario técnico del Barcelona hasta el último verano.
Con la presencia del danés en el mediocampo, titular en los últimos seis partidos (tres victorias y tres empates), el equipo parecía haber encontrado el equilibrio perdido. Sin embargo, en el duelo ante el Athletic, el Barcelona se quedó sin De Jong y Pedri, ambos lesionados. Y ahora Xavi tiene que repensar su estrategia, nada menos que en la semana en la que el Barcelona se juega el pase a cuartos de final de la Champions ante el Nápoles (martes, a las 21.00), con previa escala hoy ante el Mallorca (21.00, DAZN). “No hay mucho donde elegir en el medio del campo. Medios naturales tenemos a Fermín, Gündogan y poco más. Hay que reinventar, como Christensen, que lo está haciendo bien. Podemos readaptar a Joao Félix, Raphinha…”, expuso Xavi. En la sala de espera tiene a Oriol Romeu, listo para recuperar su posición. Siempre que el técnico lo quiera, claro.
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